Sin dudas, Marcia Schvartz es la artista argentina visual que aún respira más notable de su generación y de la que la sucede. La muestra que inauguró ayer, Zoolatrías y entidades extrañas, en el Pabellón de las Artes de la UCA, lo demuestra.
Su obra se redime con inconfundibles marcas de género, acotada dentro de un sector social ubicado siempre en los bordes, los mismos bordes de las mujeres que sacraliza tanto en sus pinturas como en sus cajitas tridimensionales, una suerte de juegos troquelados inundados de objetos femeninos que arman mundos con corpiños sudados, cajas de rivotril, cremas vencidas, perfumes con olor a humedad más allá de ser Prada o Dior, rasuradoras con pelos, sogas para suicidios inminentes y desechados, esmaltes, el backstage sin lujo de un tocador berreta que no muestra ningún condón y sugiere que las mujeres dueñas de las cajitas no ejercen sexo seguro porque otro mundo es posible. Otro mundo peor.
En ese punto el mundo que pinta Marcia en su Zoolatrías, arma un universo que se tropieza en una inseguridad inevitable, una inseguridad que es natural a ese mundo y, aún así, sucede vibrante, trasnochada, algo tambaleante; creando un espacio donde se intuye el olor a «mugre» de un tránsito que siempre se presenta tan dificiil como propotente. El valor de las que se abren paso con las sobras de las carnes de sus cuerpos no modélicos. Pero van al frente, solas, borrachas de su mundo privado. Orgullosas porque sobrevivientes en una supervivencia donde la alegría se abre camino a empujones. Sin bravura no hay vida.
Las entidades «extrañas» de Schvartz sobreviven los embates que la propia artista les marca y están ahí para decirnos que eso también es arte, en un realismo sucio pocas veces visto en esta pampas. Tierras estas llenas de prolijidades decorativas, que convocan al bostezo en sus cajas perfectas, ésas que se entreveran más con un concepto de belleza decimónica, lejos de la lujuria-decadencia de esta vida contemporánea. Porque, entre otros muchos, la obra de Schvartz habla de estos días en esta zona de la tierra sin vergüenza ni pornografía, con una naturalidad asombrosa, nunca vista. Y eso la hace única. La sola estrella brillante de un cielo falseado de luceros apagados.
Schvartz, la que se atreve a hablar de la desesperanza sin lágrimas.
En Alicia Moreau de Justo al 1300 hasta el 4 de agosto.
Fotografías tomadas desde mi iphone.
Me EN CAN TÓ, confieso que no la conocía. Me alegra ver, en estas pampas, alguna artista con esta potencia.
Martín, dejá lo que estés haciendo y andá a ver la muestra ya!