El diseñador, fotógrafo, artista todo terreno, Juan Gatti, presenta su muestra fotográfica Transhispania en el Palais de Glace desde el 7 de octubre. Si bien nació en Argentina, donde en los 70s se destacó por diseñar los covers de los vinilos de todas, sí de todas, las bandas de rock de la época, su nombre se talló en el bronce por haber realizado la mayoría de los créditos de las películas de Pedro Almodóvar y también sus afiches. Unos y otros obras en sí mismas.
Ahora, organizada por la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación, la exposición que presenta es el resultado de su colaboración con Candy, la primera revista de temática transgénero del mundo.
Durante un tiempo Juan Gatti fotografió a jóvenes personajes de una generación donde las fronteras de género parecen disolverse: Alaska, Bibi Andersen, celebrities como Mario Vaquerizo, jóvenes actores como Eduardo Casanova y Martín Rivas, dj’s como Crawford, modelos como las gemelas Cuesta, performers, artistas y escritores. Además, en Transhispania está la presencia fotográfica de tres trans argentinas: Topacio Fresh, Lara Sajén y Victoria James.
Transhispania retrata la búsqueda de identidad a través de la transformación. En las 125 fotografías expuestas se aprecia la revolución en la que los jóvenes están inmersos.
Gatti es un talento que nació en Quilmes en 1950 y que en 1977 partió rumbo a Nueva York, donde hizo una breve parada, y quien luego salió disparado rumbo a Madrid, donde pasó la mayor parte de su vida y desarolló el corazón más palpitante de su carrera, una carrera donde sólo hubo éxitos y aciertos, ruptura de convenciones, creaciones infinitas y participación en movimientos de vanguardia y mucho ruido. Fue parte de la famosa movida madrileña donde conoció a Berlanga y una tarde de domingo en el Rastro le presentaron a Almodóvar en el bar El Baibo. Se hicieron amigos inseparables y comenzaron a colaborar desde La ley del deseo. Gatti hizo todos los afiches de sus películas desde entonces y creó los créditos más originales y alocados de la historia del cine del siglo XX y de lo que va de éste, ellos mismos una obra aparte por fuera de la película.
¿Quién no recuerda con admiración y regocijo el afiche de Tacones lejanos donde un tacón se convierte en revólver o el melancólico retrato de Penélope Cruz procesada por azules y rojos (que parecen celestes-rosas) para el batacazo que fue Volver? Su obra es pregnante y cada afiche se convirtió en un ícono más allá de la película, pero Gatti mientras lo hacía todavía no pensaba en sí mismo como un artista ni como alguien que mereciera o necesitara exhibir su obra por fuera de aquello para lo que era convocado a comunicar. “Siempre me dio mucho pudor la palabra ‘artista’”, nos dice. “Más bien me consideré un artesano, además la palabra artista también me parece antigua.”
Colaboró también con grandes firmas de moda –desde Balenciaga hasta Kenzo– y fue director de arte de Vogue Milán durante dos años, los mejores de la revista, cuando la dirigía Franca Sozani. Fotografío a todas las modelos que reventaron las pasarelas a finales de los ’80 y principios de los ’90: Naomi Campbell y Christine Turlington están entre sus mejores recuerdos y entre sus mejores producciones y portadas, según él mismo confiesa. Las revistas donde participó son hoy objeto de colección y no se consiguen y, si se consiguen, se paga por ellas fortunas. “La Vogue de la época de Gatti son inhallables y si se consiguen son carísimas”, te dicen en Gallagher, la tienda secreta de la que se nutren diseñadores y fotógrafos. Y Gatti lo confirma. No es muy apegado a sus creaciones, de modo que ni él mismo guarda una colección completa.
El ida y vuelta Milán-Madrid lo agotó y abandonó la dirección de arte de la prestigiosa revista de modas, pero fue tentado por la mismísima Ana Wintour para hacer idéntico trabajo en la versión de la Vogue de Estados Unidos. Wintour le exigía a Gatti un compromiso de 24 horas sobre 24 (la pinta muy bien la película El diablo viste Prada) y Gatti no estaba dispuesto a abandonar su estudio madrileño ni mucho menos a su perro, a quien Wintour no le permitía llevar a Nueva York, de modo que se debe haber convertido en el primer “no” que recibió la exigente y tirana directora de la influyente revista para mujeres que quieren vestir a la moda con marcas caras. Muy apretadamente, éste es el prólogo de la fiesta que armó en Madrid hace un año. Aunque habrá que agregar que Gatti no se privó de nada en su vida y que tuvo la suerte o el ojo avispado para estar en el momento preciso en el lugar indicado. Fue fundamental en la creación de la visual del arranque del rock argentino, de cuyo movimiento participó como creador de las tapas de los vinilos de los artistas emergentes de esos tiempos. Desde Pappo, pasando por Sui Generis, y por supuesto Luis Alberto Spinetta, con quien creó la tapa de un disco más inolvidable –no estamos exagerando–, más demente y osada en mucho tiempo, la tapa de Artaud. En principio era verde, (¿manzana, flúo?), un verde indefinible y básicamente no era cuadrada, estaba como mordida, rasgada en los bordes y no entraba en los estantes de las disquerías ni en los estantes de los que la compraban. Artaud probablemente fue el disco más importante del rock nacional, pero también su tapa forma parte de los hitos de la historia del diseño argentino. “Cuando la hicimos con Luis estábamos flippados pero no por drogas, sino por nuestro estado de enajenación con la creación; puede parecer una pose, pero estábamos así de entregados.”
Ahora llega con otra apuesta vanguardista. Entrada gratis en el 1er piso del Palais de Glace. Para agendar.