Por Andrés Waissman
La invitación y la propuesta de Viviana y Gabriel Traba ha sido para mí estimulante y generosa. Estoy muy agradecido por ello, aunque siento un enorme peso, acompañando con mi trabajo a aquellos artistas de los que aprendí tanto y retomo permanentemente, en estos tiempos que necesitan también de la memoria de las grandes obras y de los increíbles personajes que armaron una urbanidad que siempre está más allá de ellos mismos. Hacer una visita por los años modernos, por los períodos que delinearon una manera de pintar, o una manera de decir, afirman identidad.
Sólo ver los paisajes de Policastro o la intensidad casi abstracta de Domingo Candia es para el que sabe ver, una caricia sobre el óleo y la legitimidad que da, como siempre, el tiempo. Gomez Cornet, Victorica, Lacamera, son parte de la colección que Francisco Traba supo crear con los trabajos de los artistas más sensibles y veraces. Una colección cuyo recorrido habla de los artistas y su época y del exquisito refinamiento en la elección de este coleccionista amante de su país y de sus voces, heredado por sus hijos. Y la pintura continuó a través de los años y llega hasta hoy con nuevas voces, con conceptos parecidos. Todo tiene algo de alguien, como debe ser o es, y las realidades se repiten, recordemos a Goya observando desde una de las ventanas de la llamada Quinta del Sordo lo que ocurría en las calles españolas.
Pero me detengo en el siglo XX porque dispara una energía y un compromiso con lo más cercano, con paisajes pobres o con riveras ennegrecidas, como algunas de Cunsolo, desbordantes de color, o como las de Quinquela, imágenes que no han cambiado. Existen esos puentes y esas riveras aún más oscuras de cómo eran, esa pobreza…compiten con la memoria que despliegan esos trabajos. Construir la obra tiene ritmos, tiempos, acontecimientos, cercanía, espacios. Son fundadores, son padres en cierta forma de una expresión que desbordó después posiblemente. Con Rómulo Macció, coincidíamos en Berni, Gomez Cornet, Victoríca -ahí hay artistas- dijo el recientemente fallecido Macció comiendo en mi taller, (Macció uno de los artistas que supo hacer con la imagen a través de la pintura animales impredecibles y contemporáneos).
He ido a la galería Traba en diferentes ocasiones, siempre intentando sumergirme en las imágenes que crean un ámbito de silencio en todo ese espacio que es un icono porteño, galería honesta, a contramano tal vez de lo que la moda impone. Abierta; a través de las imágenes de Fermín Eguía al imaginario ficcional de este artista consagrado; o de alguna pieza ínfima de El Búlgaro, uno de los más importantes creadores de los últimos años.
Y aquí estoy, con obras recientes. Inundadas de todos ellos. Rozándolos, porque creo en la identidad que es secuencia de una sensibilidad iracunda y humilde.
En Galería Traba desde el 25 de agosto. M.T de Alvear 819, Buenos Aires.