Esta instalación de Cildo Meireles se empezó a concebir en 1970 y tomó muchos años llevarla a un buen fin. No sólo cuestiones técnicas frenaron su realización sino también asuntos de concepto.
Sólo diremos lo obvio sobre el rugir que se escucha en la instalación, este oír Río nos habla de una ciudad, pero también del flujo del agua y de ese sonido que representa la alegría: urbe, agua y risa se amalgaman en esta instalación que ancla en dos aspectos inseparables de lo sustentable: lo que fluye y se corroe en el planeta pero también de las acciones de los hombres que lo habitan.
Fluyendo y corrompiendo a la vez.
