Por Mariano Soto desde Amsterdam, especial para Jaque al arte
Bañera de Crouwel
Recorrer el interior de un edificio victoriano al cual se adhiere, como lapa, una bañera gigante, blanca y surrealista -fantástica ampliación hipercontemporánea diseñada por Mels Crouwel- puede ser el mejor plan para una gélida tarde holandesa, harta de machiattos y muffins. Sin embargo, el tour arquitectónico es apenas el comienzo de un viaje literalmente alucinante. Hay muchos, están todos, y todos juntos.
Karel Appel, Jackson Pollock, Frank Stella, Cady Noland, Andy Warhol, Joseph Kosuth, Nam June Paik y muchos más de los considerados pesos pesados del mundo del arte del S XX. Ellos, todos, forman la otra parte del banquete que ofrece la colección recientemente renovada -¡y ampliada!- del Stedelijk Museum, el museo más nutrido e importante de arte moderno y contemporáneo de los Países Bajos.
En la planta baja, el Stedelijk exhibe los primeros vagidos del arte moderno hasta llegar a su misma declaración de independencia. De Cézanne y Van Gogh a Mondrian y Appel asistimos a la superconocida línea de tiempo en la llamada Historia del Arte que –es verdad- podria resultar un poco «pedagogizante» a estas alturas, pero siempre finalmente ilustrativa. Sobre todo cuando, desde ojos extra europeos, accedemos a estos talentos y a su potente impronta.
En el primer piso, el eje son los hitos del arte contemporáneo: de los 60 hasta hoy, del pop al posmodernismo.
Martyal Raysse
El montaje es perfecto, limpio y claro. Se agradece el espacio entre obra y obra, entre artistas y discursos.
El tiempo necesario para ver, asimilar y maquinar in mente. Si hablamos de que la muestra reúne obras de Yves Klein, Bruce Nauman, Sol Lewitt, Joseph Kosuth y cientos de etcéteras –con muchas de sus mejores piezas, además- eso nos ayuda a formarnos un panorama general; no obstante, hay auras que brillan con una intensidad única, que impregna hasta los tuétanos.
Nam June Paik
Bellevue II de Andy Warhol, puede atraparnos todo un cuarto de hora en su simpleza blanquinegra y en la martilleante letanía de su repetición pop. Otro tanto logran los neones de Nauman, Kosuth y Raysse. Pero las palmas se las lleva el TV-Budhha de Nam June Paik (1974), donde la tensión entre Oriente y Occidente, lo ancestral y lo tecnológico y la sombra del narcisismo y la paranoia asomando hasta en lo más Divino, nos deja plantada la inquietud de que el arte contemporáneo tal vez sea eso: un circuito cerrado donde mirarnos a nosotros mismos, pura pregunta y autofascinación. Una sonrisa irónica siempre monitoreada.