El Centro Pompidou de París se acerca al surrealismo con una mirada nueva que por primera vez se centra en las esculturas del movimiento más longevo de las vanguardias del siglo XX. La muestra El surrealismo y los objetos, que se podrá visitar hasta el 3 de marzo, cuenta con más de 200 obras que van desde las primeras esculturas realizadas bajo el dadaísmo hasta las que Joan Miró creó a finales de los años 1960.
Hans Bellmer, La Poupée -1933-1936
Según explicó el curador de la exposición, Didier Ottinger, los surrealistas se interesaron por la escultura a partir de 1927, cuando el fundador del movimiento, André Breton, se unió al Partido Comunista francés.
René Magritte, Ceci est un morceau de fromage – 1936
«En ese momento se empezaron a preocupar por la relación entre el surrealismo y lo real», recuerda Ottinger, quien señaló que esta inquietud surgió con el objetivo de adaptar el arte a los postulados del «materialismo dialéctico».
Man Ray, Vénus restaurée – 1936/1971
Por ello, nació el «objeto surrealista», creado a partir de la yuxtaposición de diferentes elementos cotidianos, para «desafiar las reglas de la escultura» y, al mismo tiempo, según el comisario, «oponerse a la especulación del mercado».
Salvador Dalì, Objet surréaliste à fonctionnement symbolique. (Le Soulier de Gala) vers 1931/1973
La hipótesis de que las esculturas surrealistas nacieron como una forma de «cosificar los sueños» es una de las novedades de esta exposición. El recorrido se inicia con una de las obras fundamentales de los comienzos de este movimiento vanguardista: la Bola suspendida (1930-1931) de Alberto Giacometti, que captó la atención de Breton y de Salvador Dalí por su forma, más cercana a un juguete para niños que a una escultura tradicional. De hecho, el artista catalán se basó en esta obra para definir las esculturas surrealistas, inspiradas muchas veces por el erotismo, como «objetos de funcionamiento simbólico».
Salvador Dalì, Le Veston Aphrodisiaque – 1936/37
Sin embargo, en 1934 Breton criticó esta definición, ya que consideraba que debía darse más importancia al «contenido latente» de cada escultura, es decir, al significado inconsciente, no buscado por el artista, según Ottinger. De este modo, se pasó de objetos fabricados expresamente como obra de arte a que estas estuvieran constituidas por «objetos encontrados», que empezaron a tener hueco en las exhibiciones surrealistas.
Así, en la muestra organizada por la galería de Pierre Colle en 1933 se expusieron piedras minerales, objetos primitivos e instrumentos científicos, que se consideraban un «ejemplo perfecto» de cómo concretar un pensamiento en algo material, como explicó el curador.
Joan Miro, L’Objet du couchant – 1925-1934
Tras la II Guerra Mundial, la escultura siguió ocupando un lugar preeminente en el surrealismo, como prueban las obras realizadas por artistas como Max Ernst, Alexander Calder y Pablo Picasso. Incluso tras la muerte en 1966 de Breton, el padre del surrealismo, Dalí siguió creando esculturas con este estilo, que se exhiben ahora en el museo parisino.
Alberto Giacometti, Paysage-tête couchée – 1932
Durante todo el recorrido, que sigue un orden cronológico, se encuentran diversas obras protagonizadas por maniquíes, que fueron un motivo recurrente, ya que se estimaba que su parecido con los seres humanos generaba en los visitantes la sensación de «inquietante extrañeza» definida por Sigmund Freud.
Alberto Giacometti, Fil tendu (Fleur en danger) – 1932
Méret Oppenheim, MA gouvernante – 1936
Y para completar la ambientación, hay diversas pantallas translúcidas en las que se proyectan fotografías de exposiciones surrealistas y escenas de la película Grandeur nature (Tamaño natural) , del realizador español Luis García Berlanga.
Fuente: El Universal/ Fotografías de Massimo Polvara © para jaquealarte.com.ar por Gentileza del Centro Pompidou