Por Laura Isola
Si Marina Abramovic, tal como se definió ella misma es la abuela de la performance, Sophie Calle es la mamie. Una abuelita súper canchera que no tiene ninguna intención de cuidar nietos ni tejer bufandas. Por el contrario, esta artista conceptual francesa sigue haciendo lo que mejor sabe: construir el artificio de su propia intimidad, al tiempo que se mete en la de los otros. Algo que empezó a realizar a fines de los ´70 y que tuvo gran impacto, ya que el límite entre las dos esferas, lo público y lo privado, era algo posible de ser transgredido e inspeccionado. Son otros los tiempos para la realizadora de Adress Book, una suerte de Facebook avant la lettre. O mejor dicho, esa obra suya de 1983, luego del hallazgo de una libreta de direcciones en la calle que devolvió, claro, no sin antes copiar todos los contactos y llamarlos para hablar de su dueño, tendría un impacto relativo a la luz de cómo las redes sociales han modificado nuestra educación sentimental, por decirlo con palabras decimonónicas.
Calle publicó las conversaciones con fotos en el diario Liberation y estalló la polémica. El dueño de la libreta, un cineasta que maldijo el día que la perdió y a la francesa, amenazó con demandarla y pidió un quid pro quo mediático: una foto desnuda de Sophie Calle en el mismo diario. Así debió sentirse él y la comparación con la desnudez es solidaria, cuando algo del orden de lo privado se ventila en otro ámbito.
El problema en estos tiempos de redes sociales, Gran Hermano y la mar en coche es que ya no existe tal oposición; uno, lo público no es lo contrario de lo otro, lo privado. Han quedado con una interdependencia, se necesitan para la existencia en común, pero no hay tal frontera. ¿Qué queda para el arte y la vida, entonces, en este sentido?
Lo constatable es que ella está en Buenos Aires para la presentación de su obra de 2007, Cuidate mucho o Cuídese mucho (Prenez soin de vous), según la variante del español, en la Bienal de Performance. Es una compleja instalación que la tiene en el centro de la escena desde el momento que recibió un correo electrónico del que era su pareja como toda despedida de algún tiempo de romance. La misiva vía e-mail terminaba con la frase que le da título a la muestra. Una especie de adiós paternalista, que indica que el amor pasión, si lo hubo, ya no está más.
Caigo en la misma tentación interpretativa que la experiencia subraya. Porque Sophie Calle, en vez de mandarlo a la basura electrónica, lo imprimió y no para guardarlo en el cajón de los recuerdos sino para ofrecerlo a 107 mujeres de diferentes disciplinas para que lo “leyeran”. No en el sentido vulgar del término sino en la acepción que lo vincula con la interpretación. De rubros muy disímiles, desde la obviedad de la psicológica hasta la danza pasando por la corrección de estilo, el periodismo y la filosofía, las mujeres se lanzaron sobre la carta e hicieron lo suyo.
El resultado es dispar como la propuesta lo intuye: hay registros fotográficos, videos, papeles para confeccionar un cuadro que canta, baila, piensa, desarma, pinta y muchas cosas más ese texto original. Que está presente pero se va diluyendo a medida que las Harpías, hermosas mujeres aladas, le roban la comida al condenado Fineo. Porque en la idea hay algo de venganza: el “cuidate mucho” del final de ese texto se le vuelve en contra al emisor. Un lucha de sexos, a la antigua, también recorre como un escalofrío la espalda de la muestra: las mujeres contra el hombre que no tuvo el valor, (los huevos, diríamos en clave macho) de enfrentar la situación.
La experiencia de Prenez soin de vous tiene todos los componentes que distinguen a la obra de la autora de True Stories: intimidad y distancia; elección y compulsión; libertad y control. Pero también tiene la marca de una época y acaso, la arqueología de un saber sobre las emociones y los sentimientos que se compartían, en principio, de a dos.
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Publicado originalmente en Perfil. com, aquí por autorización de la autora