El artista se llama Javier Abreu. Es uruguayo. Exhibe en el Centro Cultural Recoleta, en el pequeño espacio de la Sala 9, bajo la curaduría de Graciela Taquini y su proyecto Fase 4, su primera muestra en solitario en Buenos Aires. Se llama de Salame argentino.
La muestra es parte de su proyecto mayor y nodal, el empleado del mes. Así me lo cuenta: «Fue en la crisis del 2002 . Me anoté para trabajar en Mac Donalds porque quería ese uniforme pero no para hablar en contra de las hamburguesas. Luego de tres días de entrenamiento teórico me entregaron el uniforme para presentarme el lunes, jamás me presenté. Salí con una amiga a realizar postales del Montevideo en plena crisis con carteles y bancos cerrados. Un mes después lo presenté a un concurso de la embajada de Francia y gané una Mención Especial, el proyecto se llamaba Postales de mi país. Viajé a Francia por un mes al Encuentro Internacional de Fotografía en Arles y presenté a El empleado y sus postales. Mi empleado es un ser alienado, bien siglo 21 que trabaja y consume con una gran sonrisa que nada tiene que ver con la felicidad».
Es una suerte de salame, salame en el sentido de tonto, adaptado, domesticado. Un salame cubierto de salame, en otro tiempo un fiambre popular y barato.
Llama la atención una suerte de cerebro que recubre una manifestación que encabeza la presidenta Cristina Fernández. ¿Qué tiene que ver esto con el salame? Y nos vuelve a contestar Abreu:
«Hace exactamente un año que estuve en Recoleta afinando detalles con el equipo para esta exposición y en ese entonces ustedes estaban en plena campaña electoral. Yo quería dentro de la cajita regalar al nuevo público una obra que fuese bien 2012, bien presente, una obra que, aunque no te digan nada, se sabe el tiempo histórico en el que fue hecha. Vi ese afiche en la calle y dije ‘¡Me gusta!’, simbólicamente hablando y de alguna manera ya lo vi, recortado de cerebro. Al verlo terminado me sorprendió que realmente parece un sistema vivo, nervioso, el pueblo tiene como vida y a CFK solamente se ve la caravana y fragmentos de su rostro. Por supuesto la metáfora cabeza-poder es evidente».
En su país Abreu trabajó con las figuras de los últimos presidentes como Batlle, Tabaré Vázquez, y el año pasado para el Bicentenario realizó un video con dos artistas en la propia casa de Pepe Mujica. Quizá quiera decir que por suerte el salame se encuentra, con distintos cortes, en todas partes.
Esta exhibición de sitio específico, según su curadora, marca un hito en Fase 4 post ecología, sustentabilidad y elementos acumulativos: «Su producción parece oponerse al Pop de los años sesenta que de alguna manera se complacía en la sociedad de consumo. (…) El empleado de mes alude a la alienación de cualquier empleado prisionero de una empresa, preso al fin, aunque sea con camisa rayada roja y blanca, que le vende su alma a una multinacional que a su vez vende comida basura. La iconografía del Imperio se estrangula ante el cinismo uruguayo de Abreu, cuya imaginación no tiene límite, aun cuando no lo someta a narración alguna».
Y esta vieja Cajita feliz llamada para Buenos Aires, Salame argentino, es una muestra que derrocha felicidad, gracia e inteligencia y una crítica nada banal disfrazada, pero sólo disfrazada, por sus objetos banales.
Qué maravilla que este chico esté exponiendo aquí, iré hoy mismo a ver la muestra. Gracias C&E por los buenos datos de siempre.