Como a un altar. Así, despacio y en silencio, se acerca uno en el Malba a la mesa larga y cubierta por un mantel de liencillo blanco donde se han dispuesto ordenadamente 300 kilos de papas y unos cuantos frascos de laboratorio con tintas de colores diluidas en agua. Respetuosamente, se dirige a la cabecera de la mesa/altar y lee la placa de bronce: «Naturalizar al hombre, humanizar a la naturaleza, o Energía vegetal». Hmm… Uno camina entonces lentamente hacia la otra cabecera de la mesa y, sin sacarles la vista a las papas, da la vuelta y regresa por el otro lado. Vuelve a leer la placa. Empieza a buscar sentido. Si Víctor Grippo pudiera ver la escena, probablemente estaría satisfecho. Porque es eso lo que hace Grippo: plantea un enigma y se retira. «Grippo -dice una amiga- te tiene pensando. Lo suyo es sembrarte una pregunta en la cabeza».
Confirmo que mi amiga tiene razón cuando leo las citas en «Cercando la luce» (buscando la luz), otra de las veinte obras antológicas de la muestra Homenaje, a diez años de la muerte de Grippo: «Cuando más escondidos son los puntos de vista del autor, tanto mejor para la obra de arte» (Engels) y «Cuando más la obra de arte es inaccesible al intelecto, tanto más ésta es grande» (Goethe).
Naturalizar al hombre, humanizar a la naturaleza, o Energía vegetal, 1977
En las veinte obras de la muestra están todos los temas de Grippo: la transformación de la materia y la transformación social, el alimento, la reunión, la mesa, la energía, el trabajo y el arte, lo ritual, la recuperación de lo manual y la crítica a la fe en la tecnología y la ciencia. Y todas sus preguntas, ahora, en nuestras cabezas.