La artista visual Margarita García Faure (Buenos Aires, 1977) presenta su libro de fotografías Inmenso, el 6 de diciembre en la Casa del Bicentenario, una obra que propone una conversación entre cuatro proyectos en los que la relación entre pintura y naturaleza es fundante. Nacidos en la Antártida, el desierto de Wirikuta en México, el Amazonas boliviano y el Chaco salteño, sus movimientos, como gestos pictóricos en el territorio, fueron trazando una columna vertebral de un gran ser sobre Latinoamérica.
Los trabajos de Inmenso se gestaron en paisajes extremos: reservas naturales en peligro de extinción, o territorios en los que la devastación que hizo el ser humano es evidente. Cada proyecto parece empujar a la pintura a un agotamiento y llevarla al límite en relación a su proceso, pero también ofrece un ínfimo gesto de restitución simbólica a cada espacio. Las telas pictóricas y el acto en sí mismo se van agujereando, marcando, deformando hasta, finalmente, rendirse a la Tierra.
Pintura y naturaleza se ofrecen la una a la otra y se transforman en una correspondencia íntima. En el proceso creativo, diferentes capas se van acumulando: el paisaje; la pintura que lo absorbe; la foto que registra la pintura registrando el paisaje; la palabra que enuncia. Inmenso es un trabajo sobre la pintura y la naturaleza, pero también sobre el viaje, la transformación y el registro.
Antártida: Bases Decepción y Cámara. Un volcán negro y la isla Media Luna. Un dúo con el viento, en el cual el espacio y el mismo viento arrasan con las pinceladas. El gesto pasa a ser la huella del estar, las telas se agujerean y el dùo es quien pinta. Tanto las huellas intencionales como las no intencionales conforman un atlas pictórico.
Desierto mexicano: Wirikuta. Una gran tela se pinta de dorado y capta los metales que yacen bajo la tierra —los metales que la minería ha extraído históricamente—, y en un gesto de restitución, hace una peregrinación por esas tierras como si fuera posible devolver el oro, como si fuera posible transportar luz. Una gran piel es afectada y el territorio es quien la pinta.
Amazonas boliviano: Río Mamoré. En un acto que imita los movimientos de los ríos amazónicos y su construcción y deconstrucción año a año, una tela es pintada y lanzada a las aguas diariamente. Un ritual de rendición en el que los pinceles son entregados al río, río que cada día despinta lo pintado y pinta con sus propios minerales. Ambos, tela y río, son superficie y gesto al mismo tiempo; se pintan entre sí. Ese vínculo los transforma en seres vivos.
Chaco salteño: Comunidad Wichí de Santa Victoria II. Quemas y acciones en las que los objetos dan lugar al peso de la tierra, que se cocina a sí misma. Raíz de un cuerpo de pintura que ya no posee pinceles.
La presentación tendrá lugar a las 19hs en la CNB, Riobamba 985. La artista dialogará con Valeria González.