Doscientas veinte obras representativas de la trayectoria de Marc Chagall, varias inéditas y otras cedidas por centros como el MoMA, el Metropolitan, la National Gallery de Washington, el Museo Nacional Ruso de San Petersburgo o el Pompidou y de medio centenar de colecciones públicas y privadas forman parte, hasta el próximo 1 de febrero, de una extensa retrospectiva de Marc Chagall que rastrea su evolución a lo largo de medio siglo de trayectoria (no hay que olvidar que el pintor, nacido en 1887 y fallecido en 1985, conoció las dos guerras mundiales y el exilio).
Puede verse en el Palazzo Reale de Milán y se compone de pinturas, acuarelas, pasteles y gouaches estructurados cronológicamente que nos permiten rastrear las influencias de la cultura rusa y hebrea en la producción de Chagall, las consecuencias de su paso por París cuando la capital francesa lo era también de la vanguardia, su posterior traslado a Estados Unidos huyendo del nazismo y su regreso a la Costa Azul, ya en los últimos años de su vida, para hallar un lenguaje pictórico, no menos poético, pero sí más sereno, bajo el peso (ligero) de los colores y la atmósfera de la Costa Azul.
Si por algo destaca la carrera de Chagall a lo largo de cinco décadas de guerras, catástrofes, convulsiones políticas y avances tecnológicos es por su fidelidad a un estilo personal y accesible a todo espectador más allá de edades, procedencia o nivel cultural y esta muestra estudia precisamente esa fuerza inagotable de Chagall a la hora de no perder la coherencia, ni tampoco su capacidad de asombro y su inalterable fe en la humanidad pese a las penurias que conoció de cerca.
En esta exhibición podremos ver Le Petit Salon, que se considera su primer trabajo, y pinturas dominadas por la presencia de flores y animales, su recurso para la representación humana como judío y su rico uso de metáforas. Desarrolló un estilo pictórico expresivo y colorista muy vinculado a sus experiencias vitales y a las tradiciones religiosas y populares de la comunidad judía rusa a la que pertenecía. En él combinó ciertos elementos de la vanguardia cubista, del fauvismo y del orfismo de Delaunay para dar lugar a un estilo personal y difícil de clasificar.
Esta retrospectiva se centra en su pintura, pero Chagall trabajó también en el ámbito de la ilustración y experimentó con otros soportes, como la cerámica, el relieve y los mosaicos. Además, diseñó la puesta en escena de diversas piezas de teatro y ópera y en los últimos treinta años de su vida se dedicó fundamentalmente al diseño de vidrieras; realizó, entre otras, las de la catedral de Metz y las de la sinagoga del Hebrew University Hadassah Medical Centre de Jerusalén.
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Fuente: masdearte.com