Me convertí en pintor gracias a mi abuela… y también gracias a un verano sin viento. Eso fue alrededor de los comienzos de los 90s.
Estaba obsesionado con surfear, con la marea baja y con la falta de viento, estaba impaciente porque no podía hacer windsurf ni surf. Me estaba volviendo loco. Y mientras tanto mi abuela pintaba en silencio sobre una duna, como solía hacerlo cada verano.
Un gran recuerdo sobre un día brillante de verano en la isla donde solíamos veranear me llega con una mezcla de olores a óleos y la visión de los dedos manchados de mi abuela. Entonces empecé también yo a pintar.
Desde entonces pintar se convirtió en compartir sentimientos de libertad y felicidad porque es así como me siento cuando pinto: libre y feliz. A pesar de todo, no dejé un solo año de navegar en esa bahía y realmente los momentos claves de mi vida tuvieron y tienen lugar al lado del océano o en la playa.
Luz y agua son mis colores. La luz es mi verdadera motivación y el agua mi catalizador favorito. De todo esto surgen mis pinturas.