La primera muestra retrospectiva de la artista marplatense Marina De Caro se llama Contra la gravedad e incluye su trabajo de los últimos treinta años, además de una instalación pensada especialmente para Mamba. Estas piezas caracterizadas por su levedad y por la experimentación con los materiales, además de un ludismo artesanal que busca el diálogo con lo académico, ubican a De Caro –que además es diseñadora de modas, poeta y docente– como una de las artistas argentinas más notables de la actualidad.
Los fantasmas no son siempre los mismos. Si Louise Bourgeois se peleaba con la piedra antes de colonizarla, Marina De Caro lucha contra la humedad pesada de la arcilla hasta lograr difuminarla. Mientras que la francesa combate heroicamente contra el desamor: “La resistencia de la piedra es mi incapacidad para hacerme querer”, decía, Marina De Caro (1961, Mar del Plata) sabe que de su alianza secreta y amorosa con los materiales saldrá airosa. No es el desamor y el dolor –al menos no siempre– lo que da forma a su obra sino el placer de desafiar sus (supuestas) cualidades: el yeso levita, contagiándole peso a las lanas, las carbonillas aparecen como pinceladas negras, la cerámica es tratada como lana, mientras que la madera parece tener la consistencia del papel, y la tinta metamorfosea en charcos de sangre, de barro, perdiendo casi su estado líquido: dibujos pesados, esculturas blandas.
La inmensa caja de herramientas con la que trabaja la artista no continúa con la lógica de los materiales, sino que los desafía en su uso y en su consistencia, los obliga a tener la textura y el peso que considera lo suficientemente justo y bello como para que cobren un nuevo sentido y habiten interrumpiendo, transformando la percepción.
Diseñadora de modas, historiadora del arte, poeta, docente, De Caro está acostumbrada a caminar fuerte, y por todos lados. Eso le valió la fama por los años ochenta, cuando incursionaba con éxito en el mundo del diseño textil, de ser “la artista entre los diseñadores y la rara entre los artistas”. El chusmerío no la detuvo, y después de múltiples reconocimientos (Premio Konex de Platino Arte Textil, Beca Antorchas, Kuitca, Trama) y exposiciones en la Argentina y en Uruguay, Australia, Francia, España, Japón, se animó a participar del Espace Culturel Louis Vuitton (2010, Qui es-tu Peter?), luego de haber curado (entre otras) la 29ª Bienal de Pontevedra en España.
Contra la gravedad –retrospectiva de la artista que reúne obra de más de treinta años de trayectoria– es un manifiesto político de arquitectura poética.
Es el resultado de una erótica del trabajo, en la que el cuerpo nunca se detiene, porque disfruta del contacto con la materia, la experimentación pasional con los materiales: “Mi trabajo es pulsional. Existe una necesidad física de hacerlo. Me confronto conmigo todo el tiempo. Hago desarrollos conceptuales y luego busco formas, posibles formas, de traducción en las que el dibujo aparece como formato texto para ayudarme a comprender. En cuanto a los materiales, dejo que salgan las cosas como pueda. No las manipulo. Me dejo embeber. Me gusta tomar todos los riesgos. Hay algo de la necesariedad de producir determinadas cosas que es pulsional. Mientras que mi pensamiento es a través del dibujo”, afirma De Caro.
Hay un rescate del trabajo mismo, homenajeado en la obra que cita silenciosamente a Hesíodo, “Los trabajos y los días contra horas reloj” (2007) en la que hizo “…un homenaje al trabajo, quise diseñar algo en lo que el glamour, lo amoroso, lo afectivo, estuviese presente”.
El trabajo como espacio lúdico, alegre, pero particularmente del oficio, del saber hacer, que la artista traduce, llevándolos a su elemento: martillos de lana que escapan de la previsible dureza de este mundo, justamente por la inmensa suavidad de lo que habilitan.
Movimiento y vestuario, el universo de la danza y la moda están presentes dialogando con la plástica: “Con respecto a mis referentes no son formales sino artistas cuyas problemáticas conceptuales o temáticas me interesan. Por ejemplo Raquel Forner o Victor Grippo, hay algo de lo humano y existencial que me gusta mucho en ellos. De Lucio Fontana me gusta su radicalidad y sus pinturas en relación a sus cerámicas, dos lenguajes en apariencia contrapuestos , esa tensión dentro del propio trabajo, dentro de su lenguaje”, explica.
Si la materia tiene leyes propias, De Caro las enfrenta para probarnos que el mundo en el que vivimos no sólo es uno de los posibles, sino que hay otros mucho mejores, en su jornadas diarias, en la forma de vivir y de habitar. En el que en vez de primar la lógica terrenal reina la lógica aérea, donde los seres flotan, se deslizan sin dejar huellas. Ni el “hombre-semilla” ni las “mujeres de cabezas de lana” necesitan un currículum pomposo ni un pasado memorial. En la levedad de su ser reside su gracia y su posible felicidad. “Se puede caminar contra el viento”, muestra la artista a través de tinta china y óleo sobre papel, así como se puede vivir en “Estado de magia”, axioma que desarrolla a través de la contundencia movediza de la carbonilla en la presencia del hombre-pájaro.
¿De qué estamos hechos? ¿La materia condiciona nuestra percepción? Hija de padres arquitectos, Marina de Caro se animó a subvertir los sentidos, cuestionando las estructuras clásicas y su funcionalidad: paredes tejidas, cuerpos de cerámica desinflados que parecen no tener peso (cuentan que la artista tiraba cabezas de cerámica desde la terraza de su taller, para que cobren levedad e incorporen el movimiento del aire), muebles de madera que flotan, respondiendo a una lógica área: flotan. Como las mujeres de lana, como “El Mago” y como el “Hombre semilla” –de lana y yeso, mito de lo posible, nuevo ser–. Atrás lo acompaña, más estática y totémica, una vagina con trompas de Falopio, óvulo de lápiz, que la artista llamó “Retrato”. Entre el hombre semilla y la mujer receptora, fragmentos de todos los mundos posibles aparecen, desaparecen, resplandecen. Pero nunca mueren.
En “Tragedia griega” (2005), la violencia no se muestra sino en sus efectos. La escena integra todo de forma tan orgánica, que la mujer de hilado acrílico tejido a máquina y bordada a mano que se desangra con lanas fucsias y rojos, parece aún una mujer viva, un fragmento de la naturaleza. La belleza oriental de ese bosque en el que un atardecer sin fin parece imponerse, no permite que la mujer despierte sentimientos de compasión o rechazo. No hay sufrimiento, una vez más, porque no hay muerte.
Ascender, descender, volar. Con o sin capa. Siendo hombre, pájaro. o ambos a la vez. Lo que es, lo que podría ser, lo que querríamos que fuese. Cuando uno se acostumbra a mirar para arriba, De Caro nos baja de nuevo: “Universalísimo” (2015), piso de cerámicas, mapa cósmico irregular, esmaltado, que rodea un “Horizonte de sucesos” (2015), estructura negra, velada, pero a través de la cual se puede ver luz, hombres siluetas que a esta altura no sabemos si cuelgan o flotan, asoman pinches tejidos, fragmentos de cuerpos que resisten, en el medio de ese océano de esmalte.
Mientras haya posibilidad de trabajar, hay posibilidad de transformar. “Aprender, me gusta siempre estar aprendiendo, conociendo, transformando. En mi vida conviven varias cosas. Educación, obra, oficio. El trabajo del oficio es alucinante. El saber hacer con lo manual, con la realización, una experiencia que da un saber, que resuelve y no se encierra en su aislamiento. Trato de que todo sea orgánico. Sumando. Me permito pasar por un lado y por el otro,” explica la artista.
Contra la gravedad, en todas sus acepciones. Marina De Caro sabe, tal como explicó Einstein, que esa fuerza es una ilusión, “un efecto de la geometría del espacio-tiempo. La Tierra deforma el espacio-tiempo de nuestro entorno, de manera que el propio espacio nos empuja hacia el suelo”. De Caro lo dice con otras palabras: “Trabajo para poder perder la gravedad de la ley que nos impide salir volando”.
Marina de Caro: Contra la gravedad, con curaduría de Victoria Noorthoorn y Javier Villa, se puede visitar en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Av. San Juan 350, hasta el 18 de octubre de 2015.