Nació en Beirut en 1976. Se llama Marya Kazoun.
Junto a su familia escapó de la guerra a mediados de los 80. Primero vivió en Suiza y luego se ancló en Montreal, donde pasó su adolescencia y comenzó su romance con el arte. Estudió diseño interior en New York, ciudad en la que hace base moviéndose por el mundo: desde su natal Beirut a Roma, de vuelta a Montreal y luego siempre New York.
Lo suyo son las instalaciones y las performances. Trabaja con basura y con su propio cuerpo. «Trabajo los materiales de tal modo que les doy un aspecto lujoso. Los desechos son mi materia y me gusta usar los cuerpos como telas».
Preocupada por la condición del planeta, en 2011, formó parte del proyecto Glasstrees. En él trabajó con restos de vidrio con la técnica aplicada en Murano para crear una instalación donde refleja un mundo helado, que ya ha dejado de ser paradójimente por el supercalentamiento de la tierra.
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Está considerada la artista emergente más prometedora de Medio Oriente. Mientras junta su «basura», prepara una muestra que espera poder exhibir antes de fin de año en Beirut, tierra de añoranzas y como afirma «siempre mi inspiración».