Todo comenzó hace cuatro años cuando la periodista Paula Zacharías se dirigió a la casa de Martínez del pintor Guillermo Roux para hacerle una nota para el El Cronista. La entrevista fue un éxito, consiguió la tapa de la revista Clase, cuatro páginas a todo color y, fundamentalmente, selló un vínculo único entre la entrevistadora y el pintor.
Roux hacía años que venía coqueteando con la idea de una biografía pero no sabía cómo encararla. Cuando se encontró con Zacharías hubo flechazo y se le ocurrió la idea de abrirle su casa y su corazón para irle contando de a episodios su vida.
Así pactaron lo que se convirtió en una ceremonia secreta. Cada jueves, desde esa tarde de 2014, se encontrarían para conversar e ir armando el libro que por estos días se presentó en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Se trata de Guillermo Roux. En sus propias palabras, editado por el sello Ariel de Editorial Planeta. Una obra de 278 páginas que Zacharías fue bordando en esos cuatro años a lo largo de las entrevistas semanales que duraban aproximadamente tres horas, siempre en el living o en el atelier que tiene montado Roux en su casa.
El libro mantiene la estructura de entrevista y efectivamente son las palabras de Roux la que van narrando su vida guiadas por las preguntas pautadas por la periodista.
“Elegí una narración cronológica que tiene dos vías –explica Zacharías a Infobae-. Una corresponde a la que va desde la infancia de Guillermo hasta 1960 aproximadamente, cuando consigue su reconocimiento público, y continúa hasta hoy. La línea que narra su trayectoria como artista se va cruzando, también en la misma zona de tiempo, con momentos de su vida íntima –sus amores, sus alegrías, miedos, el paso del tiempo- que me iba confiando entremezclándolo con lo que estrictamente corresponde a su carrera”.
Se puede decir que es una biografía a dos voces o a cuatro manos, con un estilo como el que cultivó Ignacio Ramonet en sus libros sobre Fidel Castro, El Comandante Marcos o Hugo Chávez. Pero Zacharías no tiene idea de esa fuente y se sorprende cuándo se lo mencionamos.
Cada capítulo editado con rigurosidad se inicia con una foto de archivo que ilustra le época a la que se refiere. La escritura vuela con rapidez a pesar de la profundidad de lo narrado. Se puede apreciar un minucioso trabajo de tanto de preproducción –la organización de las preguntas que se plantean en cada capítulo-,como de postproducción: la edición, el timing y el microrrelato en que cada uno de los capítulos (sin números y titulados con una frase entrecomillada de Roux) se va desplegando hasta convertir toda la obra en una gran vida novelada. Más allá de dejar testimonio desde las palabras de Roux de lo que es y fue su paso por el mundo, su relación con el arte, su amor por Franca –su mujer desde hace 50 años y su socia comercial, la factótum de todas sus muestras y ventas de obra-, el libro deja entrever los estados anímicos del artista, su reciente enfermedad y su depresión, su obsesión con el paso del tiempo y la vejez que se le presentó despiadada pero que, ahora, muy recientemente agradece como una bendición que le permitió una suerte de renacimiento productivo.
El vínculo que creó Paula Zacharías con Roux en esas tardes logra un destilado por el que se cuelan esas declaraciones preciosas, más preciosas que la rigurosa descripción de los diversos momentos de la carrera de Roux. No haremos spoiler. Me parece mala educación contar de qué se trata lo que debe ser leído por quienes quieran descubrir la vida monumental de Guillermo Roux en una versión descarnada y sin filtro.
El lanzamiento del libro se realiza en el medio de la muestra de Guillermo Roux en el Museo Nacional de Bellas Artes y en la Casa Central de la Cultura Popular Villa 21-24. Allí, ahora mismo, con curaduría de Cecilia Medina, exhibe 290 dibujos realizados con birome. Obras recientes realizadas en cuadernos celosamente custodiados que el artista decidió abrir al público construyen esta muestra llamada Diario Gráfico. Las obras exhibidas se exponen cronológicamente y corresponden a un trabajo realizado luego de que Roux regresase a su casa tras una larga internación.
Esa vida a carne viva que se palpita en el relato que fue armando Zacharías con las palabras de Roux tiene su correlato con estas obras invencibles, rudas, dolorosas, a veces decadentes, siempre sin concesiones al cuerpo que represente: el del artista y su entorno cercano, podría decirse doméstico.
En este otoño porteño Guillermo Roux ha decidido desnudarse ante nosotros, en sus propias palabras y en sus propios dibujos.
Publicado originalmente en Infobae Cultura en abril de 2018.