Marcos Zimmermann (Buenos Aires, 1950) vuelve al Palais de Glace el próximo martes 14 de noviembre con una muestra de fotografías en blanco y negro. Argentinos se llama esta exposición. Esta vez no hay desnudos, pero sí algo que también impone mirar hacia adentro y desde un espejo: los argentinos. Son 150 imágenes, de las cerca de 100 mil que realizó en los últimos dos años en todo el país y de las 400 que formarán parte de un libro que el próximo año publicará Ediciones Larivière. No hay poses o retratos, sino acción y postales de situaciones espontáneas que buscan rescatar los gestos de quienes habitan este país diverso. Se transita de un boliche de Córdoba a la planta del INVAP en Bariloche; el centro porteño durante la marcha contra el 2×1; un día cualquiera en el Once; el ensayo de una murga en Gualeguaychú; los trabajadores de Salinas Grandes; los recovecos de la Villa 31; una fábrica de cocinas de Villa Martelli; la Rural y los miembros de distintas comunidades de pueblos originarios en Chaco; Formosa; Neuquén o Misiones. «Es un país sin acabar», resume Zimmermann, quien desde los 80 pone ojo y cámara por todo el país.
– Tu obra está atravesada por la Argentina, ¿cómo llegaste a eso?
– Es una buena pregunta y bastante difícil de contestar. Entre 1979 y 1982 viví en Italia y desde allá pensé en hacer un trabajo sobre la Patagonia porque lo imaginaba como un espacio vacío y me parecía un desafío para un fotógrafo fotografiar el vacío.
– ¿Conocías la Patagonia?
– No y cuando volví me fui para allá con mi amigo Jorge Lynch que tenía una amiga en Neuquén, en Primeros Pinos, cerca de Zapala, un muy lindo lugar y ahí hice mis primeras fotos. Estuve diez años haciendo fotos en la Patagonia en 35 milímetros, en diferentes viajes, con la idea de hacer un ensayo. Pero Oscar Pintor, a quien había conocido en una película de María Luisa Bemberg y a quien le hacía fotos para su grupo de diseño, me sugirió utilizar un formato más grande. Entonces deseché todo lo hecho y empecé de vuelta en 6×7 y de ahí salió el libro. Pegó bastante porque no había trabajos de esa calidad, en blanco y negro, sobre la Argentina excepto lo de Aldo Sessa, pero con el estilo de él, de una cosa un poco artificial, turística. – ¿Comprobaste lo del espacio vacío?
– No, todo lo contrario, porque además me conectaron con (Rodolfo) Casamiquela, que es el tipo que más sabe de Patagonia en la Argentina, que su vez me conectó con otros tres autores y entre los cuatro escribieron los textos y me interioricé de la verdad de ciertos sitios. Y además hice lo que hago siempre de armarme un itinerario en base a importancia histórica, geográfica y cultural de diferentes cosas. Este proyecto de ahora tiene un esqueleto muy pensado. Como decía (Henry) Cartier Bresson del momento decisivo que es muy importante en la fotografía, creo en el momento reflexivo: a dónde tiras ese disparo. No es lo mismo tirarlo ahí, que acá. – ¿Ese momento es antes o después?
– Antes, acá, en la mesa de trabajo. Yo leo mucho el INDEC cuando voy a hacer un laburo porque ahí está la verdad de la Argentina; porque hay cosas que se dicen que son ficciones. Ese libro de Patagonia tuvo un cierto éxito y me surgió la idea de hacer el del Río de la Plata, que no le fue tan bien y el tercero fue el del Norte. El de la Patagonia, el lei motiv era el espacio inmenso y el tiempo infinito que hay ahí; el del Río de la Plata, la entrada de la conquista, lo autóctono y lo civilizatorio y el norte es un universo de la mezcla de sangre. Y de a poco me fui enamorando de la Argentina y de muchas cosas que vi andando, de muchas maneras de ser, de cierta afectividad que hay en el argentino en todas partes y de los detalles. Siempre digo que es un país tan gigantesco que son muchos países en busca de un país. Es un país sin acabar. Porque no tiene nada que ver la realidad de Tierra del Fuego con la de mis amigos de la comunicad La Primavera de Formosa, donde pedí que tiraran mis cenizas cuando me muera, gracias a un ofrecimiento que me hicieron. – ¿Cómo es eso?
– Porque en la tapa de Norte está la mujer de un cacique, que cuando le mandé el libro, me escribió una carta -una de las más lindas que tengo- en la que me decía que ahí tenía el corazón de su tierra y entonces hace poco fui hasta ahí y le pedí al hijo el permiso para que me tiraran ahí. – ¿Y cómo fue o es ese andar por la Argentina?
– Siempre en auto con alguien que maneje, un asistente, con itinerarios, donde uno marca sitios o cosas que quiere fotografiar. En este trabajo por ejemplo está la misión Laishi, que es una comunidad aborigen con una historia importante; el INVAP en Bariloche; una mina de Río Turbio; el sitio de explotación de Vaca Muerta; los estibadores de cormoranes en Puerto Deseado; un boliche de rock de Córdoba; la Villa 31 y la inauguración de la muestra de la Sociedad Rural. Predefino algo que quiero hacer pero inexorablemente me sale mal (risas): vas buscando una foto ahí, pero resulta que está allá. Pero así y todo me interesa esa composición, un relato casi literario. Escribo mucho porque tengo la posibilidad de hacer justo lo contrario que con la fotografía. Siempre hago fotografía directa y ligada a la realidad que para mí es la esencia de la fotografía. Por eso estoy tan en contra de tanta movida con lo abstracto, lo conceptual, con toda esa parafernalia de curadores y gusanos que comen de uno.
– ¿A qué te referís con fotografía directa?
– Que está en relación con la realidad. No hago fotografía que sea una cosa desenfocada con un punto negro para que venga un curador y te explique que eso se llama la cuadratura del círculo y entonces eso vale muchísima guita y todo pasa por ahí y los pobres chicos jóvenes están empujados a hacer este tipo de ejercicios que tiene mucho más que ver con lo intelectual que, por otra parte, creo que tiene mucho sentido en países que están completamente fotografiados como escaneados como Alemania o Suecia. Pero en Argentina está todo por hablar y decir; no hay más que poner una cámara en muchos lugares. Es difícil hacerlo, pero no hay más que hacer eso para que aparezca una historia. Perdérselo es una lástima y esa memoria directa a la larga es lo que tiene mayor valor. Creo que la fotografía histórica es la más interesante de todas.
– Este valor histórico de la fotografía, ¿siempre lo pensaste así?
– Sí y creo que he sido muy coherente. Hace poco reencontré una nota del 82 y dice más o menos lo mismo que dije el año pasado en varios artículos. Creo que la fotografía ha sido inventada para eso, para reproducir la realidad; ese es el gran valor. Y creo que en la realidad de la fotografía amén de lo que digan los teóricos que la ponen en cuestión tanto. Hoy está cuestionada la verdad y se habla de la posverdad, que es una manera de decir la mentira. – Eso está en el texto de la muestra y también hablas de la hipocresía
– Sí y está a la vista como una especie de bombardeo de estrellas fugaces horrorosas que te caen al costado todos los días; noticias y noticias que van en contra de lo que yo pienso debería ser nuestro país o hacia dónde debería ir. La Argentina tiene esta cosa cíclica como todos los países. No me deja de llamar la atención que gran cantidad del pueblo argentino -que conozco de forma directa porque he estado- haya votado lo que ha votado. Es la primera vez que hay un gobierno con ideas idénticas a las de la dictadura pero que ha llegado a través de las urnas y tiene derecho a estar. Quizá el que no tengo derecho a estar soy yo y me lo planteó además. Esta tradición realista de la fotografía, y este trabajo específicamente, tiene una carga muy fuerte de eso. Me parece que más allá de lo que muestra, que puede ser más o menos político, he tratado de ser lo más ecuánime posible frente a la realidad. Por supuesto hay un recorte. El futuro libro tendrá 400 fotos, acá hay 150 expuestas. Esa idea de en 150 fotos hacer un retrato de los argentinos, que es una idea imposible desde ya, trata de ser lo más ecuánime posible. Así y todo, el método en el que me apoyo, cámara en mano, forma directa, sin casi cortar los encuadres con la cámara torcida y en donde es mucho más importante lo que acontece y la información que hay, que lo estético. Muchas veces lo estético se desprende de eso, aparece y cuando aparecen las dos cosas es mucho más interesante. Esa manera directa de la relación con el mundo es justamente lo contrario de la mentira de todos los días que nos cuentan una cosa y hacen otra. La carta de Teresa García (al presidente Mauricio Macri) del otro día me parece de lo mejor escuchado: dice “usted nos debe plata a mí y a mi nieta; usted no puede decir venimos a limpiar la República como decían los militares”. Yo hago lo que siento y digo lo que siento.
-¿Más allá de las muestras?
Cuando escribí la primera nota en el primer Buenos Aires Foto que hubo acá, hablé de la fotografía redundante y de buscarle cinco patas al gato -será porque yo soy más directo-, me llamaron algunos críticos y me dijeron che que huevos como dijiste eso. Y no si ustedes están confabulados en una cosa de que el arte es una cosa áurica que no se puede tocar y la fotografía no tiene que ver con eso. Y no por no tener que ver con eso, parece que deja de ser una obra de arte. No porque una fotografía sea reportaje directo, con mucha información, deja de ser una obra de arte. Puede también ser una obra de arte. Y ese reconocimiento de la fotografía y de los argentinos puede ser el espejo, funcionar para vernos a nosotros mismos, porque tenemos un enorme problema de identidad y un montón de identidades diferentes en el país. Cuando yo hice el norte nomás, que es un millón de kilómetros cuadrados, me volví loco para encontrar un lei motiv hasta que apareció y me di cuenta que era la demografía, la cantidad de gente que hay por kilómetro cuadrado que no lo hay en la Patagonia. Hay dos nortes: uno de origen andino y otro que viene de inmigrantes, gringos y no tienen nada que ver el uno con el otro. Es difícil hablar de la identidad en la Argentina porque se mezcla todo eso. – ¿Y esa mezcla de identidades de la que hablas sería el lei motiv de esta muestra?
– Sí. Quisiera que mis fotos emocionen o toquen de alguna manera y uno puede reconocer algunos gestos argentinos; un reconocimiento de una identidad común que es muy difícil de encontrar pero es un pantallazo, si querés hasta casi superficial, a pesar de lo mucho que me ha costado hacer algunas fotos y llegar a algunos sitios. A mí no me interesa hacer cosas que no tengan que ver con la Argentina. El único libro que hice ensayo fue Desnudos Sudamericanos porque quería salir de la Argentina y abrir el panorama para otro lado. Me interesa la Argentina hablar o decir algo o hacer alguna búsqueda sobre este problema que tenemos de identidad que es el que nos empuja como un chico que no sabe quién es a equivocarnos y hacer cosas que sería mejor que no hiciéramos. – ¿Cuándo descubriste ese problema?
– Con sinceridad, volviendo a tu primera pregunta, fue un proceso acompañado de un compromiso con la Argentina. Nunca milité en política; de chico no me interesaba y cuando viví en Italia vi la Argentina desde otro lugar. Estábamos en dictadura; tuve la posibilidad de mirarla con los ojos más frescos y ver la realidad; cosa que desde adentro no teníamos demasiada conciencia pese a que no me fui exiliado pero sí porque no aguantaba mucho más lo que se respiraba acá. De a poco fui entendiendo que hay un modelo que se repite en este país desde hace muchos años o siglos y que fluctúa entre el liberalismo y el nacionalismo y en el medio no encontramos nada. Y el problema del país es que hay un grupo de gente que quiere seguir teniendo un país estanciero, porque por lo demás, clase media, media baja y baja hay muchas cosas en las que la gente está de acuerdo. He conocido y enfrentado a miles de personas para este proyecto, más las que había conocido en otros, y más o menos, la gente quiere lo mismo: laburar más o menos bien, tener familia, uno más católico, menos católico, más prejuicio, menos prejuicio y hay una parte de la sociedad argentina muy evolucionada; más que en otros lugares. Basta ver el peso que tiene la mujer que encontré ahora en las calles, en las rutas, la presencia de la mujer en todos lados. Todo este pensamiento de Ni una menos tiene que ver con eso; todas las leyes de matrimonio igualitario serían una lástima que diéramos marcha atrás con todos esos derechos civiles más allá de los problemones económicos que nos va a traer este modelo que está muy hecho para que una clase, que además es muy inculta, salga ganadora. En Italia no podes ser CEO de una empresa si no sabes la historia de la pintura completa. En la Argentina anda a preguntarle. – ¿Y en esta muestra qué se ve?
– Toda gente, tomada muy cerca, en situaciones muy diversas, en acciones. Hay tres retratos mirando a cámara pero han sido espontáneos. Tratando de rescatar el gesto, lo que hay de argentino en cada una de las situaciones, teniendo en cuenta el contexto. Busqué principalmente el gesto, a diferencia del Norte, que eran retratos posados, espontáneos, muchos sacados en la calle.
Argentinos podrá visitarse hasta el 31 de diciembre de martes a viernes de 12 a 20 y sábados, domingos y feriados de 10 a 20. Palais de Glace. Posadas 1725, Buenos Aires. Entrada gratuita.
Retratos de Marcos Zimmermann por SubCoop para @jaquealarte