La artista neoyorkina Heather Dewwy-Hagborg unió ciencia y arte para crear la exposición Strangers Visions, una serie de retratos en 3D de completos extraños, reconstruidos a partir de lo que ella llama “rastros genéticos”, que pueden ser colillas de cigarrillos o chicle.
A través de una técnica desarrollada junto a un laboratorio en Brooklyn, Heather recoge el rastro genético que, según ella, cada persona va dejando en su paso por el mundo. Como si se tratara de un detective que no sabe bien a bien lo que está buscando, Heather extrae el ADN en un laboratorio a través de una reacción en cadena de polimerasa.
De este modo puede “descomponer” el material genético y concentrarse en las cadenas que le dan información sobre la raza, género, color de ojos, de piel y de cabello, además de ciertos rasgos faciales como el ancho de la nariz y la boca.
Posteriormente, a través de un programa de su invención, Heather convierte esas líneas ordenadas de genes en los rasgos faciales de una persona. La limitante de esta técnica es que no permite conocer la edad de la persona, por lo que la artista los retrata de alrededor de 25 años. La última fase consiste en imprimirlos en 3D utilizando una impresora Zcorp a todo color.
La artista afirma que hasta ahora nadie se ha reconocido a sí mismo en una exposición, pero lo que nos hace pensar esta técnica es que toda la información para reconstruir a una persona, en unos años, estará contenida en una muestra pequeñísima de nuestro material genético –el rastro de saliva que podemos dejar en el cicle que tiramos, desprolijos, en la calle.
Por otra parte, esto podría dar pie a toda una nueva línea de investigación forense que sea como la evolución de los artistas forenses del retrato hablado: nuestra huella digital será irrelevante si la policía puede encontrar una colilla de cigarro de un sospechoso. O será tal vez que esta técnica artística nos ha puesto un poco paranoicos…
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Compartimos el artículo de Cristina Civale, escrito recientemente en su blog Jaque al arte