Versión corregida del texto publicado en Radar, Página 12, el 17 de abril de 2016. Con video bonus track
Jeff Koons llegó a Buenos Aires por primera vez en un viaje rush de 48 horas para inaugurar el jueves 14 de abril, en el explanada de MALBA, su escultura Ballerina (Bailarina sentada), que será expuesta allí hasta septiembre de este año.
Koons es el artista visual vivo más caro del arte contemporáneo. En 2013, una escultura de su serie Balloon dog alcanzó en una subasta la suma de 58,4 millones de dólares. Un juguete caro del que hizo cuatro versiones, hoy todas en manos de coleccionistas y museos.
Entre las actividades de esas vertiginosas horas se encontró una cena en la casa de su anfitrión, Eduardo Costantini, fundador de MALBA y presidente de su fundación; y una charla con el director del museo, Agustín Pérez Rubio. La conversación de algo más de una hora tuvo lugar entre un grupo selecto de algo más de doscientas personas y también se transmitió a todo el mundo via streaming. Entre los invitados se pudo ver, entre otros, a los artistas Jorge Macchi, Marta Minujin, Ana Gallardo y Cristina Schiavi y a los galeristas Orly Benzacar y Alberto Sendrós.
Koons llegó a la conversación vestido cual broker –labor que desarrolló con éxito antes de convertirse en artista en el inicio de los 80–, un traje azul con corbata y zapatos negros constituyeron la indumentaria que eligió para dirigirse al público porteño que lo esperaba con el ansia con que se suele aguardar a las estrellas de rock.
En la conversación, que siguió el hilo cronológico de la vida de Koons, se fueron mostrando diapositivas entre las que se destacaron las de su vida infantil en la casa de su padre, un tendero que vendía cortinas y otros elementos de decoración de interiores. Allí Koons empezó a destilar su estilo que se disparó hacia el ready made, siguiendo de un modo personalísimo la escuela de Marcel Duchamp. A Koons le gusta compararse, también con Andy Warhol y con Salvador Dalí, a quien pudo conocer en Nueva York dado su atrevimiento. Koons conoció al catalán –según contó– en New York cuando era muy joven. Jeff supo que Dalí solía parar en el St. Regis y allí lo llamó y allí hizo una cita con él, cita que le dejó de legado una fotografía del catalán tomada por él y la posibilidad de emponderarse él mismo como artista y personaje.
En su obra inicial trabajó con la iconografía de los juguetes inflables, juguetes que se arman a través del aire que les da vida; muñecos algo perversos donde la bruma de la sexualidad empezó a tomar forma hasta que a finales de los 80 ya se convirtió en marca registrada del autor.
Todo sucedió cuando conoció a Illona Staller, la estrella porno italiana conocida como la Cicciolina. Supo de ella –según sus dichos– a través de la investigación de las representaciones sexuales en las revistas hardcore para hombres. Allí descubrió a la imponente rubia italiana, también política de su país, alentando a “el camaleón” Giulio Andreotti. Así Koons desarrolló toda una serie, Made in Heaven, probablemente la más ardiente y sexual de su carrera, que los tenía a él y a la Cicciolina como protagonistas. Ideó hasta una película que finalmente nunca se rodó. Luego de desplegar su imaginario, Koons conoció a la mujer de carne y hueso que le confesó que quería salir de la pornografía y encarar una vida más decorosa. Entre secretos y bocetos de obra, se enamoraron, se casaron y tuvieron un hijo, Ludwig, pero la relación no prosperó. Koons, que se refirió a ella como a “una hermosa mujer”, no trajo Buenos Aires ninguna foto de obra que ilustrara ese momento creativo de su vida por miedo encontrarse con un país católico y reaccionario a este tipo de expresiones. Cuando se enteró que nada de esto es así, ya fue tarde para sumar a la conversación fotografías de ese período tan caliente como glamoroso y que lo hizo saltar a la fama, quizás más que alguna de sus mejores obras.
Actualmente, Koons vive en Nueva York, en el Upper East Side en una casa victoriana, pero tiene su taller sobre el Hudson River, en Chelsea, donde produce frenéticamente sus obras que valen fortunas. (La Ballerina expuesta en MALBA, propiedad de Constantini, está valuada junto a otra obra que adquirió el coleccionista en 14 millones de dólares). En su factoría trabajan tres asistentes y ciento sesenta obreros que obedecen los dictados de Koons, que suele jactarse de no tocar las obras con sus manos y asegura que todo lo que sale de su taller es producto de su inventiva: “Lo que importa es la idea”, afirma.
Cuando Eduardo Costantini compró Ballerina, cuyo destino final es un emprendimiento inmobiliario en Miami, Oceana Bal Harbour, donde adornará uno de los jardines donde se encuentra una piscina, fue tema de tapa de la revista Forbes y el proyecto de real state recibió un impulso extra en la valoración del metro cuadrado.
Koons es una máquina de ganar dólares, se sabe, aunque en la conversación de MALBA jamás se habló de dinero. Como artista es capaz de contratar a una agencia de publicidad para promover su obra, hacer la portada del tercer álbum de Lady Gaga, promover el grand cru de la bodega Mouton Rothschild y vender una obra antes de hacerla.
Bailarina sentada es una de las últimas esculturas de la serie Antigüedad, que Koons comenzó a desarrollar en 2008 y es la más alta creada por él hasta el momento. La serie explora temas como la belleza, la fertilidad, el amor y la conectividad, en un diálogo artístico que pretende abarcar la historia completa de la humanidad.
Jeff Koons dejó Buenos Aires al atardecer del mismo jueves en que presentó su escultura en la explanada de MALBA. Fascinado por haber conocido Buenos Aires, partió con la promesa de poder hacer una retrospectiva en el museo, admirado por las obras que vio en su colección y especialmente embelesado por la retrospectiva que actualmente tiene lugar del artista argentino Jorge Macchi, para cuya obra se deshizo en elogios horas antes de subirse al avión que lo llevaría de regreso a Nueva York.