Treinta millones de visitantes únicos -30.730.587 para ser exactos- vieron los sitios web del artista visual Rafaël Rozendaal sólo en 2014. El número dice mucho sobre el alcance del arte en la era de Internet pero también pone de manifiesto el atractivo de su obra. Para Soft Focus, la muestra que Rozendaal (1980, holandés-brasileño, vive y trabaja en Nueva York) presenta hasta el 10 de mayo en MU, un espacio ubicado en Eindhoven (Países Bajos), el artista ha desarrollado una nueva obra que se proyecta en una habitación amueblada, para llamar nuestra atención sobre el lado suave de la tecnología.
El arte digital es novedoso, es luz, es abierto, barato y libre. Rozendaal no lleva a cuestas el peso de la historia. No sufre de estrés, no tiene jefe, ni presupuesto, ni fechas límites, ni demasiadas complicaciones. Dicho así, suena maravillosamente libre de obligaciones, pero entretanto su obra puede ser vista más bien como una investigación continua y consistente de la representación gráfica y simbólica de la realidad. Un proceso de simplificación, estilización y abstracción, de sentir la esencia de las cosas, que pasa del papel a la pantalla del computador en el año 2001. La pantalla ha sido su medio desde entonces. Rozendaal hace animaciones limpias, aparentemente sencillas que se integran a la perfección en la ventana del navegador en cualquier tamaño de pantalla: obra de arte y sitio web siempre coinciden.
Obviamente, con sus referencias a Warhol, Duchamp o Mondrian, el trabajo no está del todo exento de historia, y Rozendaal se refiere también a otros artistas de Internet como Austin Lee y Jodi, el colectivo de artistas formado por Joan Heemskerk y Dirk Paesmans que causó sensación a partir de 1996 con sitios web que hacen a los visitantes conscientes del mundo codificado detrás de la pantalla. Rozendaal negoció su primer sitio, whitetrash.nl, por el yt-rtyuiop.org de Jodi.
Rozendaal cree que las personas pueden beneficiarse del arte. Para él es importante que los sitios sean accesibles desde todas partes del mundo y en todo momento. Al poner en venta los nombres de sus dominios también ha encontrado una respuesta a la recurrente pregunta de cómo ganarse la vida con el arte digital en la era de la reproductibilidad infinita: el contrato estipula que las obras permanecen en línea y son de libre acceso. La única indicación de que un sitio web se ha vendido es el nombre del propietario en el título del sitio.