Es peruano, se sabe, de las etnias blancas de su país. No un morocho petiso de los pueblos originarios. Primogénito de una banda de 6 hijos de una familia acomodada de Lima. Desde adolescente se sintió diferente. Su padre le decía que por qué se vestía así, LIma lo miraba con ojos torcidos.
Quiso escapar de su ciudad. Destino uno: San Diego, EE. UU, le pareció muy provinciana. Siempre siguiendo a un amigo llegó a Londres. No sabía, dice en la entrevista que le hizo Iván de PIneda ayer en el Malba, » quién era Mario Testino». Así, habla de él en tercera persona. No pensaba ser fotógrafo. Coqueteó con ser seminarista e imagino que llegaría a Papa. Nunca un franciscano ayudando a los pobres. Se nota que Testino siempre se pensó a sí mismo con un lord, jamás un lacayo. Lo confirma.
Coqueteó con ser cantante y se imaginó como uno de los integrantes de la familia Trap la de la película de The sound of music (La novicia rebelde). Estudió fotografía en Londres porque sí, para conseguir la visa. Estudió fotografíá con la suerte desgraciada de que su profesor murió y lo nombraron asistente. La vida le estaba guardando un destino que él -él mismo lo afirma- nunca buscó.
Su éxito lo narra como una sucesión de casualidades, como una continuación de lo que la providencia tenía preparado para él. Nunca un cartero o un empleado de una compañía de seguros. Testino: pura grandeza, éxito y libras.
Antes fue pobre pobrísimo. Sacó un crédito en un banco inglés por 300 libras que con los años llegaron a sumar 15 mil, apenas podía pagar la cuota con el mínimo. Le tomo 12 años salda la deuda. La saldó: ¡Viva!
Toda su vida cambió en 1997 cuando lo llamaron para ser el fotógrafo de la recién divorciada Lady D (ausente en esta muestra). Se queja de su pobreza pero para ese entonces ya era propietario de un estudio en Londres y de otro en Paris. «Unas cuevas», dice.
Mario Testino, 59 años, limeño, siempre imaginó que sería un tipo descollante. Entendió que la fotografía era el camino que le abriría un lugar en el mundo. No se equivocó. La necesidad de fama nunca le fue ajena. En Haper’s Bazaar de EE.UU arrancó su carrera con la moda aunque él es un tipo Vogue, revista donde armó toda su carrera exultante, millonaria y de una marca extraordinaria. Ana Wintour lo venera. En todas sus ediciones: desde EE.UU hasta Londres pasando por París y Milán, la Vogue es/fue su casa. «Yo soy Vogue» dice en el auditorio del Malba donde solo aparece una fotografía con unas cholas peruanas en segundo plano y una modelo no made in Perú en el frente. «A los demás les daba vergüenza decir que eran peruanos, a mí no». Claro, él es blanco, delgado y espigado. Tiene un tipo latino glamoroso. No parece proveniente del país del ceviche y del pisco, será por eso que las fotos sobre su país tienen una hibridez irritante.
En la muestra que desde hoy se exhibe en Buenos Aires, In your face, muestra 122 fotografías con una impecable puesta, una museografía bellísima pensada por él. Las obras tienen una doble belleza. Las obras en sí y aquellos que están dentro del cuadro: no hay fealdad en nada de lo exhibido. Nos dijo el crítico Daniel Molina que veía esta obra como la de un Caravaggio contemporáneo, que extrañaba en la muestra sus obras de realismo sucio: la concha peluda de una modelo, la Moss arruinada tomando merca en un after desfile. No está la vida mientras sucede en esta expo; están sus fotos que arman la puesta en escena acotada y feliz de la vida mientras se congela limpia y radiante. No es la vida: es la mejor ilusión de ella. Testino tiene fotos más sucias. No las trajo a Buenos Aires. Extrañamos lo que no está.
Bravo por el modelo Iván de Pineda que tuvo a cargo su presentación y la charla de algo más de una hora. Hizo los deberes, falló en las repreguntas, pero consiguió declaraciones exclusivas. ¡Viva!
Hoy inaugura In your face en el Malba a las 7pm. Hay tres meses para ver la muestra. Arte y moda en esa frontera imprecisa. Yo diría que es imperdible. Aunque sea desde la antropología.