Por José Ángel González, para 20minutos.es
«He aprendido a atravesar la puerta que lleva de afuera hacia adentro. Un entorno conduce al siguiente. Quiero ser capaz de seguir adelante», escribió la fotógrafa estadounidense Diane Arbus (1923-1971), una valiente buceadora de mundos subterráneos que mantuvo durante su vida breve —se suicidó a los 48 años, el 26 de julio de 1971, cortándose las venas después de tragar un buen puñado de barbitúricos—.
Las más de un centenar de obras que agrupa la muestra fueron tomadas por Arbus entre 1956, cuando tenía 33 años, y 1962, una etapa en la que aún no había explotado como una de las mejores especialistas en retratar el interior de los seres humanos a través del exterior, como si cada imagen tuviese una pretensión de tomografía clínica del alma de los modelos. Fue el camino hacia la constatación de que era dueña de un don especial para «revelar secretos», dicen los organizadores. Casi la mitad de las fotos que hizo en su carrera son de esta época, pero, perfeccionista como era, decidió almacenarlas y no mostrarlas en público.
Almacenadas en cajas escondidas en un rincón de difícil acceso del cuarto oscuro que utilizaba en el sótano de Charles Street, en el barrio bohemio neoyorquino del Greenwich Village, las copias en papel permanecieron sin descubrir durante varios años y ni siquiera fueron inventariadas una década después del suicidio de Arbus, cuando el archivo fue catalogado.
La mayoría de las fotografías incluidas en la exposición son parte del material que compró el MET en 2007 a los hijos de la artista, Doon Arbus (nacido en 1945 y futuro escritor) y Amy Arbus(1954, que trabaja como fotógrafa y debe bastante al estilo de la madre). Fue entonces cuando apareció un «tesoro» de material inédito —copias, negativos, cuadernos de notas sobre el terreno, correspondencia…— y este «primer trabajo seminal» comenzó a ser explorado por los archivistas de la pinacoteca.
En 1956 se hizo con una cámara ligera y fácil de manejar Nacida como Diane Nemerov, hija de padres judíos de buena posición gracias a la tenencia de un almacén de ropa y accesorios en la Quinta Avenida, hacía fotos desde muy joven con la cámara de gran formato que le regaló en 1941 su maridoy novio desde la adolescencia, el actor y fotógrafo Allan Arbus. En 1956, consciente de que necesitaba un aparato más manejable y ligero que le permitiera salir a la calle y mejorar una capacidad latente que necesitaba desarrollar.
«Siento que tengo una capacidad muy sutil y un poco embarazosa para mí: creo que hay cosas, que nadie podría ver a no ser que las fotografíe», escribió por entonces Arbus, que decidió hacerse con una cámara de 135 milímetros y recorrer la ciudad-mundo de Nueva York en busca de personajes. Marcó el primer rollo de película como #1, señalando que estaba empeñada en buscar «un nuevo comienzo», señalan los organizadores.
Retratos rápidos, intuitivos, de una sola toma y solo con la luz natural disponibleExplorando lugares que conocía y dominada —Times Square, el Lower East Side, Coney Island…—, la fotógrafa callejera se bregó en retratos rápidos, intuitivos, de una sola toma y solo iluminados con la luz natural disponible.
En Diane Arbus: in the beginning hay mujeres inmutables fotografiadas en plano frontal en el autobús; un chico con el torso totalmente cubierto de tatuajes; un hombre con gesto de mala uva por la foto mientras está en la playa con bañador, sombrero, calcetines y zapatos; una drag queen en el vestuario de un club… Son meros tanteos a los que falta el toque literario que Arbus desarrollaría con el tiempo, pero prefiguran el estilo y el temario de una mujer que siempre se interesó por los distintos.
En la exposición aparecen también media docena de imágenes tomadas en 1962, cuando la fotógrafa regresó al medio formato de una Rolleiflex, porque consideraba que las imágenes cuadradas se adecuaban mejor al estilo que buscaba.
Fotos de una tristeza profunda de enanos, enfermos mentales, gigantes, travestidosHasta su muerte firmó fotos inolvidables y de una tristeza profunda de enanos, enfermos mentales, gigantes, travestidos y niños peligrosos, como el que sostiene una granada de juguete en Central Park con la cara en tensión. Son imágenes íntimas y de aparente ingenuidad, pero la nueva exposición permite comprobar que estas habilidades estaban presentes desde el principio en el trabajo de la autora.
Todas las fotografías son publicadas gracias al © The Estate of Diane Arbus, LLC. All Rights Reserved