La semana pasada se hizo público que cinco cuadros de Francis Bacon, uno de los artistas más cotizados de las últimas décadas, habían sido robados en junio de 2015. La información, en la que se señalaba que el delito había sido cometido en una vivienda céntrica de Madrid, cercana al Senado, aportaba que la víctima es J.C.B., de 59 años. Se estima que las obras sustraídas están valoradas en, como mínimo, 30 millones de euros.
Los ladrones, sabiéndolo o no, robaron al último amante de Bacon, por el que hizo su último viaje de Londres a Madrid en 1992. Las siglas, que corresponden a José Capelo, es un empresario madrileño: «Un amigo del pintor que las recibió [las obras] en herencia y es aficionado al arte», según El País. Desde este diario ya contamos que ambos se conocieron en una fiesta en 1988 y que Capelo, 40 años menor que el pintor, llegó incluso a ser el protagonista de uno de los cuadros más importantes de Bacon: Tríptico, de 1991.
La galerista Soledad Lorenzo incide en que «suele haber muy pocos robos de este tipo». El mercado negro es pequeño y es difícil dar salida a una obra importante. Mercedes de Miguel, directora general de Subastas Segre, cuenta a eldiario.es que «los ladrones, cuando se dan cuenta que este tipo de obras son invendibles y que nadie las compra, lo que hacen es pedir un rescate, como ocurrió con los cuadros robados a Esther Koplowitz». De Miguel habla del 2001, cuando varias obras de la colección privada de la empresaria -dos Goya y un Brueghel incluidos- fueron robadas. Un año después fueron recuperados por la Policía. «Normalmente se roban cuadros para pedir un rescate por ellos», subraya la directora de la casa de subastas.
El golpe fue llevado a cabo por profesionales. «Tiene que ser un encargo, sobre todo al tratarse de cinco cuadros», dice Lorenzo. Los hechos ocurrieron hace nueve meses, en el verano del año pasado. «Siempre he oído que, efectivamente, cuando se trata de una obra famosa, o desaparece o se encuentra enseguida», dice. El caso lo están llevando Agentes de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía. La propia Interpol nos ha remitido a la Policía española, con la que este diario ha intentado contactar varias veces sin éxito: «Es imposible para nosotros contestar sobre este caso porque la información es propiedad del Bureau Nacional Central de Madrid», dicen desde la organización internacional.
«Nadie en su sano juicio, ningún coleccionista importante va a comprar un cuadro robado. Eso significa que lo tiene que meter en un armario el resto de su vida», dice de Miguel. El cine se ha encargado de alimentar ese mito del marchante de arte que encierra un cuadro valiosísimo en una cámara acorazada o del jeque árabe que lo cuelga en uno de sus múltiples palacios. Y es que, «como en todas las cosas, hay fanatismos», puntualiza Soledad Lorenzo. Además, añade: «Hay coleccionistas fanáticos, pero claro, las obras de arte robadas son muy difícil de vender». Desde la casa de subastas Sotheby’s, corroboran la versión de la galerista: «Al ser una obra evidentemente muy conocida, es muy difícil su salida en el mercado internacional», dice Aurora Zubillaga, directora de la sucursal en España.
Tanto las casas de subastas como Lorenzo son tajantes: salvando excepciones, la mayoría de las obras de arte que se roban no pueden comprarse después en el mercado negro porque «cantarían» demasiado. Cinco cuadros de Francis Bacon, uno de los pintores más valorados de las últimas décadas, no son un big deal. A pesar de que las obras estén valoradas en más de 30 millones de euros. «Aparecerán tarde o temprano, pero cuándo es difícil de determinar», afirma Zubillaga.
Al hecho de que los cuadros «canten» al intentar ser colocados en el mercado negro hay que sumar la existencia del Art Glossary Register «una base de datos internacional de cuadros robados donde automáticamente entran ese tipo de obras», explica la directora de Subastas Segre. La Policía envía periódicamente listados a las casas de subastas con fotos y descripciones de las obras de arte robadas para que se mantengan alerta. Aunque de Miguel es consciente de que «los ladrones no van a venir nunca a una casa de subastas, ni tampoco a los marchantes un poco importantes ya que automáticamente les denunciaríamos».
«El caso de La Gioconda sí que fue un encargo de una persona que lo quería sí o sí. La Gioconda no se puede comprar, así que solo te queda robarla», dice de Miguel. La pintura de Leonardo Da Vinci, que fue sutraída del Louvre en 1911, fue recuperada dos años y 111 días después. De momento, desde el robo de los Bacon han pasado nueve meses, un hecho que limita, cada día que pasa, su reaparición. En Sotheby’s se muestran expectantes: «El sentido lógico te hace pensar que cuanto más tiempo transcurra es más complicado, pero no quiere decir que porque no hayan aparecido inmediatamente después ya se les pierda el rastro».
Y es que desde entonces, el valor de las piezas no ha hecho más que disminuir. Las obras robadas, según de Miguel, dividen su valor de 1 a 10 veces el original: «Si [en condiciones normales] tú tienes un cuadro de Bacon en el mercado que sale en un millón de euros, puede llegar a cuatro. Si tienes un cuadro que vale un millón en el mercado negro, nadie te lo va a pagar, porque saben que solamente hay uno o dos sinvergüenzas como tú dispuestos a pagar por esa obra y meterla en un armario», señalan desde Subastas Segre.