Por Clarisa Ercolano
El ingreso a la galería Ruth Benzacar predispone a cambiar de aire en ese pulmón de arte ubicado entre Palermo y Villa Crespo, cerca de las vías del tren. Orly Benzacar, su directora, se encuentra con Jaque al Arte mientras un grupo de obreros monta unas láminas amuradas que serán parte de una inauguración próxima. Al lado de su escritorio, los ficheros rebalsan de nombres como Berni, Alonso o Fontana.
En su oficina, ya lejos del ruido, una obra del grupo Mondongo da la bienvenida al espacio más privado. “El fenómeno ferial ahora es algo mundial, cundo yo comencé había cuatro o cinco ferias y nada más. Esto explota en el 2000 y hoy hay una feria por día en el mundo, podemos ir a una feria cada día del año, los 365 días”, cuenta Orly quien celebra los 25 años de la galería junto con las bodas de plata de arteBA.
“Los aspectos positivos que se dan pasan por la concentración, es algo similar a los congresos agrupa gente con un interés común y de vínculo humano. Pero estoy en contra de la virtualidad en el arte, hay que volver a vivenciar la experiencia de vincularse con una obra en vivo y en directo, en una pantalla vez todo del mismo tamaño todo aplanado por ahí mide 30 por 30 una obra y la vez igual que una de 3 por 3 metros. Esa virtualidad aleja al público”.
“Yo estoy muy involucrada fui y soy comité, la defiendo a ultranza a arteBA por un lado y por otro lado digo que está mal que se nos vaya la vida en la feria porque la galería sigue abierta todo el año con eventos compromisos con los artistas y nos quedamos después todos secos y no está bueno eso”, reflexiona.
En los días previos, Orly es fiel a lo que piensa. Está inaugurando una obra de Eduardo Basualdo, “que como toda su obra es compleja, son dos grandes piezas y un par más pequeñas que tienen que ver con confrontarte un límite, la espacialidad, abrir una pared al medio, algo vivencial”.
Tras relatar ese cinetismo vuelve a la feria y remarca que se destaca que la organización las galerías y los artistas se profesionalizan cada vez más. “Lo que mejora cada vez más la calidad del proyecto en general, la evolución fue muy positiva. Lo que sí es raro que uno en un comité de selecciones vea cosas muy deslumbrantes, uno ve un poco de lo que manda cada galería que no se ajusta estrictamente lo que muestren porque puede ser algo en desarrollo o se muestra obra nueva”.
“Yo no satisfago una demanda, muestro lo que creo bueno o me interesa, al mercado lo tenemos que ir educando, si se muestra calidad el mercado se educa y estará interesado en cosas buenas, no es un artículo de primera necesidad el arte y eso lo tengo claro”. “El mercado está planchado y la verdad es que los artilugios como arte al paso arte accesible y demás son válidos, yo te digo viví con arte, despertate y que haya arte mientras tomás el desayuno. Hay arte accesible y no necesariamente todo el arte es un objeto de lujo”, reflexiona en torno al costado económico del cual el arte no está ajeno.
Sin embargo, remarca su desacuerdo con lo que llama “la venta directa de los artistas”. “Creo que no funciona eso. Quién valida ese precio, quién es responsable de mostrar y poner el precio, cómo te despegás de tu obra. Yo por ejemplo me confronto con el mercado que lo está avalando”.
“El arte es un goce, eso siempre, se necesita ánimo y dinero y entonces en la cadena de cosas a adquirir la posición no es ventajosa. En sociedades que no crecen económicamente es difícil que un mercado del arte crezca. Del 2001 al 2007 se recompuso el mercado, pero de ahí en adelante se volvió a estancar”, analiza.
Pese a llevar 25 años consolidados con su espacio, Orly sabe que “como promotores del arte contemporáneo siempre debemos romper el molde, es una responsabilidad”.
“Nunca falta el que dice ‘pero si eso lo hace mi hijo, qué va a ser arte’ pero la gente cada vez menosprecia menos, tal vez está quien te dice que quiere una obra de tal medida para que le cuadre sobre el sillón del living. Pero eso no está mal. Cada cual elige cómo vive en su casa”.