Desde San Pablo, 1a entrega
La 33 de Bienal de San Pablo brindó la mañana del 4 de septiembre una poderosa conferencia de prensa donde dio por inaugurada una nueva edición. La presentación estuvo teñida por el luto ante el reciente incendio del Museo Nacional de Río de Janeiro, donde parte del patrimonio de la humanidad quedó hecho cenizas. Los organizadores de la Bienal no ahorraron palabras para denunciar una política de Estado que desatiende la cultura a punto tal de permitir un acto criminal como el lamentable incendio. Memoria, educación, patrimonio, resistencia fueron palabras y sentimientos que marcaron los discursos inaugurales a cargo de representantes de la Fundación Bienal de Sao Paulo.
Pérez Barreiro en la conferencia de prensa
Mientras en Buenos Aires, parece aterrizar como un alienígena despegado de la preocupaciones sociales una nueva edición de ArtBasel Cities y se prepara la prometedora presentación de la gran muestra de Alexander Calder en Fundación Proa -la cara cultural de Techint que tiene al reciente denunciante Paolo Roca como presidente- en San Pablo se palpita un clima muy conectado con la realidad que aqueja a ambos países, presos de políticas neoliberales que también arrastran con ellas el mundo de la cultura y el arte.
Claudia Fontes y Mamma Andersson, artistas-curadoras
La Bienal de San Pablo emerge en esta nueva edición y por esa razón como un movimiento poderoso y que se constituye en un faro bajo el cual nutrirse y prestar atención cuidadosa. Este año con la curaduría de Gabriel Pérez Barreiro, curador en jefe de la Colección Cisneros, se intenta una nueva propuesta que despliega en el mejor sentido su concepto de ensayo y proceso. Inspirado por el romántico escritor alemán Goethe en su libro Afinidades afectivas releido por el brasileño Mario Pedrosa en su ensayo Sobre la naturaleza afectiva en el arte, Barreiro apuesta a un nuevo modelo de bienal que huye del evento turístico temático que se lleva las fotos de las prensa y un público iluminado sólo en los días inaugurales rociados por champagne, algo de glamour, poco riesgo y artistas invitades que se repiten bienal a bienal con una agenda apretada mostrando en distintas versiones más o menos siempre la misma obra.
Pabellón de la Bienal en el Parque Ibirapuera
Barreiro pretende crear un evento sostenido a lo largo del tiempo, durante los tres meses que dura la bienal, y para eso invierte en un programa paralelo educativo intenso a la vez que convoca para su experimento a siete artistas a los que les pide que bajo la consigna de Afinidades afectivas organicen con absoluta libertad -el adjetivo «absoluta» puede parecer una exageración pero todos los artistas dieron fe de ella- una muestra constelación armada por sus artistas favoritos o inspiradores a la vez que los comprometió a participar como artistas de cada una de sus propuestas. Mayormente se trata de obras comisionadas para este edición, nuevas y no recicladas.
Recovecos internos de la Bienal
Cuatro mujeres y tres varones de distintas partes del mundo forman la brigada renovadora encargada de tal desafío: Mamma Andersson (Suecia), Sofia Borges (Brasil), Waltercio Caldas (Brasil), Alejandro Cesarco (Uruguay) Claudia Fontes (Argentina), Antonio Ballester Moreno (España) y Wura-Natasha Ogunji (Nigeria/Estados Unidos). Vale señalar que en un país donde el 50 por ciento de los habitantes son afrodescendientes, Ogunji es la única artista negra convocada como curadora.
Por otra parte, Barreiro eligió a 12 artistas de diferentes momentos históricos (hay homenajes y descubrimientos) y este otro pliegue de la bienal ocupa la tercera planta del Pabellón que comparte con Caldas y Andersson, un edificio ubicado en el inmenso parque de Ibirapuera. Los elegidos de Barreiro son Feliciano Centurion (Paraguay), Alejandro Corujeira (Argentina), Luiza Crosman (Brazil), Nelson Felix (Brasil), Siron Franco (Brasil), Tamar Guimares (Brasil),Anibal Lopez (Guatemala), Maria Laet (Brasil), Vânia Mignone (Brasil), Denise Milan (Brasil), Bruno Moreschi (Brasil) y Lucia Nogueira (Brasil). En tanto, la primera y la segunda plantas de este espacio arquitectónico tan amigable como impactante es ocupada por el resto de las propuestas de los artistas-curadores invitades.
En ambas propuestas, la música funciona como un añadido imprescindible para recorrer cada laberinto que fue musicalizado especialmente por todes les curadores con una lista de temas elegidos para tal fin. En asociación con Spotify, la Bienal suma el sonido como un condimento para el recorrido.
De estos recorridos, voy a hablar en sucesivos posts, mientras me preparo para transitarlos y encontrarles palabras e imágenes para narrarlos. Continuará…